martes, 25 de agosto de 2009

A propósito de la gorda y la flaca...


¡Bienvenido el “Toconhue”
-Todos contra las Huesudas-!

Por Rafael Quintero Cerón
Periodista
Tomado de la revista Nueva,
Septiembre 30 de 2006
Periódico EL PAÍS

“Mírenla, era gorda”, dice el médico embaucador mientras señala la foto de una mujer un poco rolliza, pero muy bella. “Ahora es linda”, vocifera a continuación al mostrar, en vivo y en directo, a la misma chica de la imagen, pero convertida en un espanto de pronunciados dientes, brazos etíopes y mirada triste. Me dieron ganas de ofrecerle un kit de ayuda humanitaria.

Mi esposa, gordita, grita: “¡¿Ves? Las flacas son lindas, ojalá yo fuera así!”. El comentario me ha indignado sobremanera, porque tocó una de las fibras más sensibles de mi alma: el lascivo gusto por los cuerpos con “carnitas y huesitos” generosos, llenos de vida, como diría mi abuelo. Y sé que muchos de ustedes, hombres, estarán de acuerdo en gritar conmigo: ¡Que viva el Toconhue! (Todos Contra las Huesudas).

Debo reconocer que me siento asqueado cuando veo la televisión y aparecen esos esperpentos llenos de hule y silicona que exhiben sin recato un cuerpo lleno de remiendos de otras culturas: cara anglosajona, pelo de sueca, trasero latino y tetas de ficción. ¿No han pensado a dónde irá a parar ese caucho cuando envejezcan?

Mientras tanto, en un rincón, agazapadas, están nuestras exquisitas mujeres promedio: bajitas o medianas, caderas anchas, voluptuosidad traducida en buenas carnes, rostros de ángel, bocas provocativas y barraquera de guerrero escocés. Esas mujeres, plenas de curvas y rebosantes de alegría, tienen un valor agregado: son excelentes en la cama. Apasionadas, ingeniosas y tiernas.
Y eso sucede tal vez porque están más pendientes de dar y sentir placer que de cómo lucen. “¿Será que estoy sudando mucho?” “¿Y si me despeino?” “¿Cierro los ojos para verme sensual?” “¡No me había visto esta estría!”, divagará la modelito en pleno trance amatorio mientras el angustiado hombre lucha por reprimir un bostezo. Y es que, les confieso, considero que la cantidad de silicona en el cuerpo es inversamente proporcional a la capacidad sexual de la diva.
En cambio, las mujeres de curvas externas, como yo les digo yo, saben que no necesitan pensar en peinados, corridas de maquillaje o si se ven sensuales o no. Simplemente se lanzan de cacería. Y por eso lucen provocativas y logran llevarte al cielo con diamantes, como diría John Lennon.
Por todas esas razones, le declaro la guerra estética a esas famélicas que venden pendejadas para adelgazar, haciéndonos creer anormales. ¡Adiós, escobas humanas! ¡Bienvenida la lujuria natural de un cuerpo de caminos por recorrer! ¡Viva el Toconhue!